Una de las soluciones al descenso del consumo es educar a los compradores para que aprecien y descubran productos que hasta entonces les eran desconocidos o que no se habían animado a probar.

Las catas organizadas por locales se están convirtiendo en una práctica cada vez más habitual donde todos ganan:

    El organizador llena el local en los días de menor afluencia, da a conocer productos que pueden consumirse allí y ofrece un valor añadido que fideliza a los clientes actuales o atrae a nuevos.
    Los asistentes pasan un rato divertido en el que aprenden y prueban cosas nuevas y hacen un plan que se sale de lo habitual, en ocasiones a un precio menor que si  probaran por su cuenta los productos.

1917 Blinis y Vodkas es un local de copas de Madrid que se ha sumado muy inteligentemente a esta tendencia. Desde hace menos de un mes, ha empezado a organizar pequeñas catas de vodka temáticas: la primera de vodkas rusos y polacos; la segunda, de vodkas de otras nacionalidades y, la tercera, de vodkas saborizados.

Hace unos días asistí a la segunda de las catas, que tenía como tema: «La Guerra del Vodka».  Esta guerra hace referencia a la polémica que desató Polonia al plantear a la Unión Europea la aprobación de la Denominación de Origen del vodka «real» que, por supuesto, es el que destilan ellos junto a Estonia, Letonia, Lituania, Finlandia, Dinamarca y Suecia. Ellos defienden que el vodka es un destilado de patata, remolacha azucarera o cereal fermentado cultivado en la zona báltica. El resto de países (EEUU, Gran Bretaña, Francia, España…) defienden su producto diciendo que lo que define al vodka es su sistema de destilación y no el producto que se use en la fermentación.

Tras ponernos en contexto, Víctor, uno de los dueños del local, nos explicó cómo catar el vodka. Él proponía catarlo muy frío, igual que como se bebe, ya que aunque a temperatura ambiente se aprecian más los sabores, no es así como lo vas a beber habitualmente.

 La cata se debe realizar en dos pasos:

1)  Dar un sorbo pequeño y esparcirlo por toda la boca, como en las catas de vino, y luego tragarlo lentamente. En este momento, seremos capaces de decir a qué nos sabe y si pica en la boca o garganta. Parece que los rusos prefieren los vodkas que pican en la garganta y boca mientras que los polacos prefieren los que entran suave.

2)  Tras limpiar la boca tomando un poco de pepinillo, beber de un trago lo que nos quede en el vaso. En esta fase, valoraremos si entra fácil, cuánto calor nos provoca en el pecho y si es pesado al estómago.

En esta cata basada en “La Guerra del Vodka”, todas las marcas que probamos menos una eran de las que los polacos no consideran vodka, ya sea por su origen o su materia prima. Fueron los siguientes:

Cîroc: Vodka premium destilado de uva procedente de Francia (5 destilaciones). Es uno de los que más me gustó para tomarlo solo. Entra muy suave y es muy aromático, aunque a todos nos pareció que sabía más a cítrico que a uva. En la boca, se percibe más denso que el resto y entra fenomenal por la garganta.

Glen’s Vodka: Vodka destilado de remolacha procedente de Escocia (3 destilaciones). Era un “vodka trampa” que incorporó Victor a la cata para que notáramos la diferencia con un vodka peor y, por tanto, más duro de beber. Sin embargo, a mi me pareció mucho más fácil de beber solo que los vodkas habituales en España (Absolut, Smirnoff, Eristoff…).

Single Malt Vodka: Vodka premium destilado de cebada malteada procedente de Italia (5 destilaciones). Creo que es el vodka perfecto para los bebedores habituales de whisky o ron, ya que la cebada dejaba un cierto regusto a esas bebidas.

42 Below: Vodka premium destilado de trigo procedente de Nueva Zelanda (3 destilaciones). Es curioso porque al beberlo no deja ningún sabor en la boca, es como si bebieras agua, sin embargo al tragarlo, es el que más me sabía a “alcohol”, ese sabor que todos asociamos al vodka.

Vox: Vodka premium destilado de trigo procedente de Holanda (5 destilaciones). Hablamos casi más de la botella diseñada por Laura Handler que del sabor, deformación profesional.

Bothnia Bay: El único de los vodkas catados que entra en la definición polaca de vodka “real”. Destilado de patata y de origen finlandés. El trago era fuerte pero el sabor que deja a mi me encantó. El calor que generaba en el pecho era también muy agradable. Parece que la empresa ha dejado de producirlo y se ha centrado en la ginebra, que en estos tiempos está mucho más de moda, así que es imposible de encontrar.

Entre vodka y vodka, nos fueron sacando blinis y unas verduras deshidratadas que hacen ellos. Víctor hizo la cata muy amena a pesar de que no es un profesional. Como él mismo explicó, se lanzó a hacerlas él al no encontrar a ningún experto disponible que no tuviera interés en promocionar una marca o un país productor.

Al término de la cata, nos entregó un vale del 50% para cenar allí, así que nos quedamos y pudimos terminar la noche con una excelente ensalada de arenques con cebolla y creme fraîche, blinis de esturión y nido de tallarines, todo ello regado por una botella de cava Marqués de Monistrol. En resumen, ¡una gran noche de miércoles!