Recorrido:

9:10-11:30 Trayecto del hotel hasta Rávena
11:30-15:45 Visita a Rávena y comida
15:45-17:15 Trayecto
17:15-19:30 Visita a Módena
19:30-22:30 Trayecto hasta Venecia

Como el viaje continuaba en Berlín, planificamos la ruta para coger el vuelo desde Venecia y así poder recorrer algunos puntos de la región de Emilia-Romagna. Tras muchas deliberaciones, nos decantamos por visitar Rávena y Módena. Fue un día bastante cansado, porque no esperábamos que las 8 horas de coche repartidas en tres partes se fueran a hacer tan pesadas. El camino era bastante feo, muy industrial, pero sin duda mereció la pena conocer estas dos ciudades.

Rávena es una localidad conocida fundamentalmente por sus mosaicos bizantinos, que están repartidos por varios enclaves de la ciudad. Este es un plano del centro, los números en amarillo son los puntos más importantes, que se pueden visitar comprando una única entrada por 8,5 euros.

Que los puntos de la ruta bizantina estén tan separados entre sí, lejos de ser un problema, es una buena excusa para pasear por el centro de Rávena y encontrarte estampas como esta. Solo faltaba Marcello Mastroianni para sentirte como un personaje más de «La Dolce Vita».

Los mosaicos bizantinos de Rávena (de los siglos V y VI) son impresionantes, no en vano fue la capital del Imperio Romano de Occidente. Los dos monumentos que más nos gustaron son:

Mausoleo de Gala Placidia. Pequeño pero absolutamente hipnótico, con unos patrones geométricos y vegetales que te llevarías a casa y algunas representaciones paleocristianas que nos resultan hoy en día un poco marcianas. Está maravillosamente conservado.

Iglesia de San Vital. Conocida por albergar los mosaicos bizantinos que nos caían a todos en Selectividad: los de Justiniano y Teodora. Cuando los ves, entiendes la obsesión del profesor de Historia del Arte y te recreas mirando cada una de las escenas bíblicas, detalles vegetales y apóstoles mientras luchas con un dolor de cuello considerable (la iglesia es altísima). La teofanía y el cordero místico son una pasada pero a mi me encantó el detalle de la mano de Dios haciendo los cuernos que aparece en las «Ofrendas de Abel y Melquisedec», tanto que hasta me compré la postal.

Nos contaron que esta iglesia es la más solicitada de Italia para bodas y que muchas parejas de todas las partes del país esperan meses o años con tal de casarse rodeados de todo este lujo oriental. No me extraña, tienen que quedar unas fotos impresionantes.

Después estuvimos comiendo en un restaurante llamado Ca de Vèn, que está dentro de un palacio del Quattrocento. A destacar el plato de embutidos típicos de la Emilia-Romagna y el tiramisú.

Por su parte, Módena es una ciudad típica de provincias, agradable, tranquila, con una plaza porticada por la que pasear y encontrarte un taller de violines junto a una tienda de menaje de diseño. Pero cuando crees que nada te va a sorprender demasiado en esta ciudad, entras en la Catedral. Probablemente de día no impacte tanto, pero de noche, su interior de ladrillo oscuro se vuelve casi negro y el Cristo románico flotando perfectamente iluminado sobrecoge al más pintado. Nunca había visto una iglesia de paredes negras (¡y encima con moqueta roja!). Por detrás del altar, está la capilla con la tumba del patrón de la ciudad del siglo IV.

Después de esta sorpresa, partimos hacia Venecia para coger el avión que nos llevaría a Berlín no sin antes comprar una botella del vinagre que ha hecho famosa a esta ciudad en el mundo entero. El buen aceto balsámico DOP se vende principalmente en vinotecas y su precio varía según los años de maduración, nosotros nos llevamos uno de 12 años.