Debo reconocer que me encanta el arte expresionista, en el sentido amplio de la palabra. Me fascina el uso de la deformación como recurso expresivo, la alteración de formas, colores o trazos para desvelar cómo son en realidad las personas o paisajes más allá de lo visible.

Dos de las obras que me han llamado últimamente más la atención al verlas personalmente han sido estos dos retratos de familia: uno de Otto Dix, que está expuesto en Berlín (en una sala maravillosa del Museo de Arte Moderno llena a rebosar de retratos), y otro de Yasuo Kuniyoshi, perteneciente a la Phillips Collection.

Las dos obras son hipnóticas, agobiantes, magníficas. Al verlas, apetece entrar en ese mundo (uno esperpéntico, otro onírico) y perderse entre sus aristas y sus silencios.

Otto Dix, The family of the painter Adalbert Trillhaase, 1923

 

Yasuo Kuniyoshi, Maine Family, 1922-23