Aunque aún me quedan muchas reservas naturales por visitar, creo que todas aquellas a las que se acude para ver animales salvajes pueden clasificarse en tres tipos:

1. Las reservas en las que los animales huyen de ti.

Esto sucede sobretodo en reservas africanas en las que tradicionalmente se ha permitido la caza (o se sigue permitiendo a pequeña escala y tras pagar unos cuantos miles de dólares) o en las que hay riesgo de caza furtiva.

A pesar de todos los esfuerzos de los que se encargan del parque, los animales acaban relacionando al hombre con un ser peligroso y huyen o se esconden de nosotros. Desgraciadamente, cualquier animal es capaz de detectarnos a gran distancia lo que hace muy difícil conseguir verlos de cerca o más de un segundo. La visita a estos lugares acaba siendo bastante frustrante a no ser que tengas mucha suerte.

2. Las reservas en las que los animales se acercan a ti.

Aunque esto pueda parecer una ventaja (y, desde un punto de vista egoísta y turistero, lo es) es resultado de la explotación desmedida de la reserva. Esto sucede en lugares donde los turistas que acuden alimentan a los animales de forma inconsciente, volviéndolos dependientes e incapacitándolos para alimentarse de forma natural. Cuando viajamos a un lugar para ver animales salvajes, tenemos que ser conscientes de que darles nuestra comida es una forma de maltrato y que nuestro paso por su hábitat debe pasar lo más inadvertido posible para no alterarlo.

Un ejemplo de esto es el Parque Nacional de Manuel Antonio donde, a pesar de las indicaciones de los rangers y los carteles, la gente se ha dedicado durante mucho tiempo a darle comida a los animales. Esto ha generado tal dependencia en muchas especies que cuando se cierra el parque, los rangers tienen que ir recogiendo animales intoxicados por los caminos ya que no saben alimentarse y se vuelven vagos, por lo que comen de la basura de los hoteles o ingieren alimentos nocivos para su especie.

Cuando estás en una de las playas de Manuel Antonio que, por otro lado, son magníficas, ves continuamente a mapaches, monos e iguanas que se acercan a robar comida de las mochilas y las cestas de picnic. Es un comportamiento que no forma parte de la naturaleza de los animales. En otros parques, como comprobé en Corcovado, puedes comerte un bocadillo junto a cualquier animal sin que muestre el más mínimo interés por ti y tu comida de humano.

En definitiva, en estos parques se pueden ver más fácilmente los animales, pero la experiencia se asemeja más a un zoo que a un hábitat salvaje. Al menos en un zoo, no te venden gato por liebre.

Otro caso es el de los elefantes mendigos de Sri Lanka, elefantes a los que les tiraron las sobras de un puesto de fruta mientras paseaban por los límites de su parque natural y que, desde entonces, permanecen día tras día junto a las vallas pidiendo comida. Aunque tengan detrás árboles de los que alimentarse, solo estiran tu trompa hacia la carretera con una mirada triste, vacía y cansada. Muchos mueren de hambre junto a la valla, a pesar de estar rodeados de comida a su alcance.

3. Las reservas en las que los animales te ignoran.

Estas son las únicas en las que se pueden ver animales salvajes comportándose de manera natural. Son lugares en los que, respetando una serie de normas básicas, puedes acercarte a un león, a un cocodrilo, a un tapir, a una cebra, a un mono o a una serpiente venenosa y observarlos como si los vieras en un documental de La2, solo que a escasos metros de ti.

Dos ejemplos de reservas donde yo he podido vivir esta experiencia son el Parque Nacional Corcovado en Costa Rica (especialmente la zona de Sirena, a la que solo se puede acceder desde el mar, tras bordear la costa en una lancha durante una hora) y en el Parque Nacional de Chobe en Botswana, un verdadero edén, exuberante tanto en los recorridos en jeep como en las rutas en lancha.

Es en sitios así donde puedes quedarte completamente quieto y ver como una piara de cerdos salvajes (muy inteligente y muy huidizos) pasan tranquilamente junto a ti mientras te miran de reojo, donde puedes comerte un bocadillo junto a una manada de cientos de búfalos o donde puedes ver como una familia de jirafas se gira brevemente para observar con curiosidad y desdén a ese “animal” maloliente y ruidoso que pasa junto a ellas, y sobre el que tú vas montado. Y eso es, sin duda, un espectáculo digno de ser contemplado.

Fotos: josemarmol.es