Schwitters fue un artista dadaísta alemán de influencia expresionista, conocido principalmente por sus Composiciones Merz, unas obras de tipo collage con elementos físicos superpuestos.
Pero como le pasa a muchos artistas, su obra cobra tal importancia que empieza a invadir su propia vida y sus espacios. La casa de Schwitters y su estudio empiezan a mutar, a incorporar elementos añadidos, aristas, formas imposibles. Y es ahí donde su casa empieza a ser una Composición Merz más, en plena ebullición, y en la que el artista no se sabe si es creador o una pieza más a ensamblar.
A pesar del caos, de la extrañeza que genera esa casa, a mi me parece un lugar mágico, donde no me importaría estar. En esa casa, la paz de espíritu es una victoria y una actitud que desafía abiertamente a un mundo retorcido. Que los nazis la calificaran de «arte degenerado», no hace más que demostrar que vivir en una casa facetada y aristada es una rebeldía ante la uniformidad que ansían los tiranos y la gente gris. Las paredes se retuercen y se retranquean como un ser vivo, sin embargo, no intentan asfixiarte sino decirte: eres diferente.